Un viaje planeado desde la soledad fue bizarro desde el primer momento, una cerveza a precio oro en el aeropuerto de Salta con la panza vacía calmaron un poco los nervios. Una vez hecha la conexión, me subí en el Air Comet que me produjo una sensación de vacío a pesar de las 300 personas que me rodeaban, "clase turista" diría mi madre, "gentefobia" digo yo.
Solamente entendí que estaba muy muy lejos de casa cuando pude ver el viejo mundo desde mi ventanilla de avión, "fotografía aérea", pensaba, "métodos de prospección", "geografía histórica", "historia del urbanismo", "visigodos", "el Guadalquivir", "nerd!!".
Tantas historias de sudacas vueltos desde Barajas, tantas indicaciones y recomendaciones para justamente hacer lo opuesto y ponerme en la fila donde la que controlaba tenía tetas en vez de pene. Sí, me miró con mala onda, a pesar de las botas y el abriguito prestado, tal vez eran las 20 horas de viaje, mal comiendo y mal durmiendo, o simplemente que era una hija de puta. Sí vengo de turista, no, no tengo reserva de hotel, voy para Francia -miento- no, no tengo pasaje comprado, sí, tengo carta de invitación. Por qué no te vas a la re concha de tu madre.
Barajas:"niiiiiiiiiceee", descubrí que no se dice "chau" se dice "venga", que los inodoros tienen botón que se aprieta solo, que el jugo de tomate es rico, que las ventanillas con personas que venden boletos son cosa del tercer mundo y que era cierto eso de que a los gallegos les cabe el pelo cortito con muuucho gel (puaj!).
El trayecto a Barcelona en Omnibus se hizo eterno, pero por lo menos me puse mística y llegué a la conclusión de que cuando uno hace cosas buenas por los demás, en algún momento todo eso vuelve. La cantidad de personas copadas que me crucé, que me ayudaron, que me tiraron buena onda, fue absolutamente record para mis menos de 48 horas viajando. Aeropuertos y terminales de ómnibus, son la transición, la parte más fuerte, la parte en donde uno toma decisiones y se juega el viaje propiamente dicho. Para alguien con un cerebro obsesivo como el mío, los viajes vienen a ser aquello que desestructura, que pone en peligro constante la normalidad, un sacudón mental que desnaturaliza las realidades.