Pánico y Locura en Ouro Preto

Imaginar la locación: pueblito turístico construido sobre montañas, con casitas blancas con marcos de colores, extremamente pintoresco, con calles de piedra que suben y bajan. Un living de una casa del siglo XVIII vodka, cigarrillos y estudiantes de historia.

Ouro Preto es una ciudad muy particular. Ex capital colonial del estado de Minas Gerais, llena de iglesias barrocas, es el lugar de turismo cultural por excelencia de Minas. La ciudad conserva un casco colonial muy bonito que parece detenido en el tiempo. Algunas personas bromean con que es un parque temático gigante. Por ser un lugar de mineración intensa, la educación técnica siempre fue importante y hoy en día la Universidad Federal de Ouro Preto recibe a miles de estudiantes de todo el estado.
La mayoría de los estudiantes viven en lugares llamados "repúblicas", especie de casas compartidas, ya que los edificios de departamentos no existen, con nombres rarísimos como "pif paf", "indecencia", "satanás", "delirios", entre otras ridiculeces.

La ciudad sólo parece tener estudiantes y turistas. De día son los turistas los que mandan, pero cuando cae la noche (6 de la tarde) ocurre el cambio de mando. Las repúblicas comienzan a colorirse y aumentar el volumen de las músicas y es muy frecuente ver a tempranas horas de la noche, jóvenes evidentemente ebrios intentando subir las empinadas calles empedradas. Durante todo el día es muy común ver chicos con cortes de pelo extravagante y carteles en el pecho que rezan "soy boludo, golpeame. república necroterio". Lo más extraño es que ni un rastro de verguenza aparece en sus rostros, todo lo contrario un orgulloso "me la re-banco" parece estar escrito en sus frentes. Estas salvajadas son producto de las "calouradas", que son el bautismo de aquellos que ingresan en la facultad despues del dificil examen.

La ciudad con más iglesias por habitante de latinoamérica no es nada más que un nido de libertinos, ebrios y desenfrenados adolescentes.

Llegué a Ouro Preto por segunda vez con un grupo de compañeros de la facu para asistir a una muestra de cine, claro que la unica película que ví fue una que cree en mi cabeza mientras tomaba cachaça con miel en un barsucho con mesas de madera (un aire a Bigote's) que involucraba conejos, arañas gigantes, un teléfono que me atacaba y camellos con la cara de antoine que desfilaban y tiraban besitos.

Con Jazz vocal de fondo las conversaciones del fin de semana giraron en torno a los fantasmas del tatarabuelo de Pedro, experiencias bisexuales de Mateus, las partituras de música como documento histórico, el snobismo provinciano, aquello que los hombres jamás entenderan de las mujeres y todo para llegar a la conclusión de que el cancer definitivamente tiene cura: "el abrazo colectivo".

Decir que bebí mucho es poco, creo que ingerí alcohol como para prenderle fuego a la ciudad entera. Aparentemente Ouro Preto tiene una mística juerguera muy particular: el año anterior Pedro se cayó de la estatua del procer local en la plaza principal quebrándose la nariz, la frente y un diente, quedando bastante parecido al hombre elefante de Lynch. Este año romper la tarjeta de débito, asustar a un grupo de púberes, robar una lata de cerveza, sacarse fotos con desconocidos, hacerle los tiros a un juvenil mozo, participar en un concurso de quien es más normal con la mesa de al lado, perder los anteojos, cantar xuxa a los gritos y vomitar por la ventana de una fiesta a la cual nadie había sido invitado, realmente no fue demasiado.

Demás está decir que hoy es lunes y no consigo desprenderme de la más terrible resaca que tuve en mi vida pero tampoco de la sonrisa Ella Fitzgerald que me quedó impresa.